miércoles, 7 de agosto de 2013

Capítulo 4.

-Señorita, ¿me devuelves mi guitarra? Tengo que enseñarte algo y la necesito, dice Pablo.
-Por supuesto, señorito. Toda suya, dice Ari un poco más tranquila.
Pablo poco a poco va cerrando los ojos y coloca sus dedos en las cuerdas de la guitarra para dar los primeros acordes de la canción. Mientras tanto, Ari se encuentra muy ocupada de mirar sus ojos llenos de ternura. Pablo la mira, le muestra de nuevo su sonrisa y empieza cantar ‘’Regálame tu risa, enséñame a soñar, con solo una caricia me pierdo en este mar, regálame tu estrella la que ilumina esta noche llena de paz y de armonía te entregaré mi vida’’. Continúa cantando hasta llegar al estribillo. En ese momento pone sus manos en la carita sonrojada de Ari y la canta mirándola a los ojos ‘navego entre las olas de tu voz y tú y tú y solamente tú haces que mi alma se despierte con tu luz, y tú y tú y tú y solamente tú…’’. Vuelve a soltarla y agarra su preciosa guitarra y continua cantando hasta llegar al final de la canción. Ari no se ha podido resistir a posar su mano en la rodilla de Pablo mientras seguía cantando. Cuando termina de cantar lo primero que hace es agarrar con fuerza la mano que Ari tenía apoyada en su rodilla al mismo tiempo que deja la guitarra al lado contrario.
-¿Te ha gustado, cielo?, dice Pablo.
-Uf, sí, es preciosa. No sabía nada de que cantaras ni nada de eso. Qué escondido lo tenías, ¿no?, dice Ari.
-Jajajaja, sí… ¿Pero a que así de improviso te suena mejor?
.Por supuesto, tienes una voz preciosa al igual que la canción. Quiero oír más, dice ella con una carita de niña pequeña irresistible.
-Tranquila, Ari. Cuando tenga más te lo diré y te las cantaré al igual que he hecho hoy.
Ninguno de los dos se ha atrevido a decir nada más. Pablo quería decirle que iba escrita especialmente para ella, y Ari quería preguntarle quién era la musa de su inspiración.

Los dos amigos pasan un rato en el sótano intentando escribir algo juntos y tocando la guitarra y el piano. Pablo le pide a Ari que ella le acompañe con su voz. No duda de que esa voz dulce cantando tiene que ser muy bonita. Pero a ella le da vergüenza, así que, ella se encarga de tocar la guitarra mientras Pablo se sienta en el piano y va tocando algo. Al rato se vuelven a sentar en el sofá blanco donde había cantado la canción a Ari y le empiezan a sonar las tripas.
-¿Tienes hambre, señorito?
-Un poco, señorita. ¿Subimos a comer algo?
-Vale, como quieras.
Meriendan junto a toda su familia y empiezan a hablar de diversos temas y se empieza a hacer tarde. Ari tendría que ir a su casa para prepararse para el día siguiente el instituto y cenar con su familia, así que se despide de toda la familia de Pablo muy amablemente y espera a despedirse de Pablo en la puerta.
-¿Qué te crees que voy a dejar que te vayas sola?, dice Pablo con una sonrisa pilla.
Los dos andan por las calles de Málaga hasta llegar a casa de Ari. Allí despide a Ari y saluda a su madre que sale a abrirla la puerta. Pablo se vuelve y no deja de pensar en todo lo que ha pasado en unas pocas horas en ese sótano. No deja de pensar en las caritas que ponía mientras le cantaba, en su mano rozando su pierna, en la melodía que hacía sonar con su guitarra y en el buen trato que había entre su familia y ella. Está deseando llegar a casa para contárselo a su hermana, su gran amiga.
Nada más llegar, se pega una ducha con la música que tanto le gusta y al salir, acude a la habitación de su hermana.
-Eh, Pablete, te estaba esperando. Quiero detalles.
Pablo empieza a contarle todo lo que ha pasado a lo que su hermana le contesta:
-Me parece muy bien el paso que habéis dado por parte de los dos, ahora sigue luchando. Se nota que ella también te quiere y quiere estar contigo. Ese detalle de poner su mano en tu pierna dice mucho, Pablo. Me alegro, lo mereces.
Los dos hermanos se abrazan y se dan un beso muy fuerte e inmediatamente bajan a poner la mesa porque ya les está dando el olor de la cena.
Después de hacer cada uno se va a su habitación hasta que consiguen dormirse.
Al día siguiente Ari y Pablo tienen un momento de intimidad en el recreo, y deciden hablar de lo que había pasado el día anterior en aquel sótano. Los dos parecían muy contentos al haber empezado a dar un paso pero por ahora no quieren relaciones serias. Los dos tienen todavía 16 años y prefieren esperar para ver cómo va surgiendo todo.

A partir de eso momento se ven cada vez que pueden y pasan la tarde en el estudio tocando el piano y la guitarra o Pablo compone canciones mientras ella se centra en sus estudios más tiempo. Pasan momentos inolvidables que hablan mucho de cómo será su relación en día que comiencen. Ríen, echan siestas juntos en aquel sofá blanco, cantan, bailan, tontean, y hasta juegan a la play. 

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