martes, 11 de septiembre de 2012

Recuerdos del ayer.


Cuántas veces no habré recordado aquel momento, aquellos momentos. Aquellos en los que nada importaba, no nos teníamos que preocupar por un mañana, todo eran sonrisas o lloros. Daba igual si estábamos en un lado u otro. Cuándo dependíamos de alguien, cuándo no teníamos nada a nuestro cargo. Cuándo jugar era nuestro único deber.
De pequeña me gustaban mucho los trenes. Me gustaba que los trenes se cruzaran. Es una tontería, pero era la niña más feliz por unos segundos.
Una noche, la noche de San Lorenzo exactamente, estábamos en El Escorial como todos los años cuando empieza a hacer buen tiempo. Cogimos unas butacas y las pusimos encima de unas piedras enormes desde donde puedes observar el cielo, árboles y como no podía faltar, las vías del tren. Esa noche es especial, según me contaron de pequeñita fue la noche en la que quemaron a San Lorenzo en una parrilla si mal no recuerdo… Entonces, hay muchas estrellas fugaces que representan las lágrimas por el dolor de San Lorenzo. Como desde ahí se podía observar el cielo perfectamente vimos pasar más de una. Mis tíos me dijeron que pidiera un deseo. Ese deseo fue que se cruzaran dos trenes. ¡Se cumplió! Al minuto se cruzaron dos trenes. ¿Casualidad? Todo puede ser. Al ver que se cruzaron me puse muy contenta y grité algo que ya no recuerdo. Mis tíos me preguntaron que si había pedido que se cruzaran dos trenes. Contesté que sí y entre risas y risas se nos pasó una parte de la noche. De repente mi tío me dijo: ‘’ ¿Por qué no has pedido que nos tocara la lotería?’’. En aquellos momentos era pequeña y pensaba que eso solo era un deseo que tenían todas las personas mayores, sin saber el porqué. 

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